viernes, 20 de noviembre de 2009

Nacimiento


PRESENTACIÓN:
EL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ


“Tomé por abogado y señor al glorioso San José, y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y pérdida de alma, este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir.

No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros Santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra —que como tenía nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar—, así en el cielo hace cuanto le pide”.

Santa Teresa de Jesús


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NACIMIENTO DE SAN JOSÉ

Entre los hebreos, cuando nacía un niño, no se registraban, como se usa en nuestros tiempos, las circunstancias de su nacimiento; es decir, el nombre, el apellido, los padres, el país, el año, el mes y el día.

Sin embargo, por el evangelista San Mateo sabemos que San José nació de Jacob, hijo de Matan: "Jacob —dice él— engendró a José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado el Cristo" (San Mateo, 1:16).

Sabemos, por lo tanto, que San José fue de la tribu de Judá —o sea de la más célebre de las doce tribus que constituían el pueblo hebreo—, y descendiente de la estirpe de David; esto es, de la rama más gloriosa de la tribu de Judá.

De David a San José hubo una distancia de veintiocho generaciones, puesto que de Abrahán a David pasaron catorce generaciones; de David a la trasmigración de Babilonia, catorce generaciones, y de la trasmigración de Babilonia a Jesucristo, otras catorce generaciones.

Consta, también, que San José fue consanguíneo de la Santísima Virgen María, la cual era también de la estirpe de David.

Si no hubiese sido pariente de María, no hubiera podido ser su esposo, porque el mandato de Dios, confirmado por la costumbre de los hebreos, era éste: “Todos los hombres tomarán mujer de su tribu y familia, y todas las mujeres tomarán marido de la misma tribu” (Números 36: 7).

Cuál fuese el grado de parentesco entre San José y la Virgen María, no lo declara la Sagrada Escritura; pero, aunque algunos, sin presentar las pruebas, dicen que fue tío de Ella, Cornelio a Lapide afirma que Santa Ana, madre de la Virgen María, fue hermana de Jacob, padre de José; y, según esto, José y María habrían sido primos.

San José tuvo un hermano, llamado Cleofás, padre de cinco hijos, que fueron Salomé, Santiago el Menor, Ioses o José, Judas Tadeo y Simeón.

Éstos, por lo tanto, fueron primos de Jesús; pero en el Evangelio son llamados hermanos de Jesús, según la costumbre de entonces, como acontece también en nuestros días en algunas regiones, donde los primos son llamados primos hermanos o simplemente hermanos.

Según la tradición, San José nació en Belén. Hacia el sur de esta ciudad, sobre un montecito cubierto de olivos, el peregrino encuentra rastros de una antigua capilla, que se cree fue su casa paterna.

Si el Santo Patriarca es llamado de Nazaret, es porque allí pasó gran parte de su vida, del mismo modo que en el Evangelio se dice que Nazaret fue la patria de Jesús, si bien éste haya nacido en Belén.

Según los mejores cronologistas de la Biblia, el año de su nacimiento fue el 713 de Roma; es decir, treinta y cuatro años antes del nacimiento del Redentor.

Los padres de San José, si bien eran de sangre real, habían caído en la pobreza, y ganaban el pan con el trabajo de sus manos. Pero más que la nobleza del linaje, lo que constituye la gloría del nacimiento de San José es que él, según la opinión de Gersón, de Cornelio a Lapide y de otros, fue santificado en el seno materno, como lo fueron Jeremías y San Juan Bautista.

No fue concebido sin pecado original, porque este privilegio singular fue concedido solamente a María Santísima, en atención a que debía ser la Madre de Dios, y porque todos los hombres fueron y serán concebidos en pecado.

Pero fue lavado de la mancha del pecado original antes de nacer, de modo que cuando nació, su alma era ya hermosa, blanca y preciosa a los ojos de Dios. Era ya santo, mientras que todos los que nacen, sólo se santifican después de haber recibido el bautismo.

No dudamos que el Santo Patriarca haya sido enriquecido con este privilegio, pues que si Jeremías y el Bautista fueron santificados antes de nacer, porque debían preparar el camino del Redentor del mundo con las profecías y con la predicación; con mayor razón debía serlo San José, que estaba destinado a ser el custodio, el defensor y el padre adoptivo de Jesucristo.

El piadoso y docto Gersón, en el Concilio de Constanza, en presencia de todos los obispos allí reunidos, presentó esta proposición: “Se puede piadosamente creer que San José haya sido santificado antes de su nacimiento. Lo mismo han creído algunos Santos Padres y muchos teólogos dominicos, agustinos y jesuitas; entre éstos, los padres Salmerón y Canisio. También muchos escritores modernos de las glorias de San José le atribuyen este singular privilegio”.

Así, pues, aunque el Evangelio no lo afirma; sin ofender la fe y sin acto de presunción alguna, podemos creer y decir que Dios, en vista de la sublime dignidad a que destinaba a San José, lo santificó antes del nacimiento.

No obstante esto, nada de extraordinario presentaba a los ojos de los hombres el recién nacido. Y así, ocho días después de su venida al mundo, fue circuncidado como todos los niños hebreos.

En aquellos tiempos, a los hebreos les estaba prescrita la ceremonia de la circuncisión, a la que debían someterse todos los niños ocho días después de nacer. En tal circunstancia, se les imponía un nombre, y eran agregados al pueblo hebreo.

La ley de la circuncisión había sido dada por Dios a Abrahán, padre de la nación judaica, en señal de su alianza; y más tarde, dicha ley fue renovada por Moisés. Por su fe, o por la de sus antepasados, el pueblo hebreo, sometido a la circuncisión, en virtud de los méritos del Redentor Divino, recibía la gracia de la justicia original.

El Santo Patriarca fue, pues, circuncidado ocho días después de nacer, imponiéndosele el nombre de José, que quiere decir Hijo que crece.